A SALA LLENA

PAYRET 2Aimée Cabrera.

El cubano de a pié se ha tenido que malacostumbrar a que lo manipulen con mucha frecuencia pero trata de desquitarse como es, con su predilección por el cine; por eso cada vez que comienza el último mes del año la Calle 23 parece un mar de gente que entra y sale de las pocas salas que quedan abiertas y hace fila bajo sol o lluvia cuando siente interés por un filme.

Desde el 6 de noviembre se pudieron comprar los boletos con varias entradas, conocidos como “Pasaportes” en la Casa del Festival, sita en Calle 19 y 2 en el Vedado o  en los cines abiertos al público, por un valor de 20 pesos (MN), junto al Diario del Festival, suplemento de $2.00 que compila todos los filmes que son exhibidos con sus sinopsis y otras informaciones de interés, por esa razón hay quiénes lo nombran “la cartelera de las sinopsis”.

El 35 festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano tuvo lugar en varias ciudades cubanas, con más incidencia en la capital, desde el 5 hasta el 15 de diciembre. A sabiendas de que no se prepararon los cines ni la programación tuvo un balance lógico, como para que la mayoría pudiera ver lo mejor, se extendió por tres días-del lunes 16 al miércoles 18- las proyecciones de las obras ganadoras y alguna que otra, cuyos títulos iban de boca en boca, ya fuera alabándolas o sugiriéndolas para quienes no las habían podido ver.

El 2013 trajo a la televisión las series de Corea del Sur que han tenido muy buena acogida, de ahí que el cine 23 y 12 que mantuvo en cartelera los filmes de esta nación asiática en la tanda de las 5 de la tarde estuviese lleno siempre en ese horario y, se pasara parte de dicha muestra en otros cines como el Riviera.

Así quedaron también, en la memoria de los más afortunados los bloques de películas argentinas y españolas, sin dejar a un lado otras latinoamericanas de gran calidad como las venezolanas, algunas brasileñas y otras chilenas. Las muestras de cine norteamericano, danés, italiano, francés, canadiense, entre las de otras nacionalidades fueron también muy atractivas, solo que el tiempo era muy poco y los adictos al Festival priorizaron las de la región.

Si para unos cuantos esta 35 edición fue “el Festival de los clavos” porque se le dice “clavo” al filme denso o no atractivo; los cines permanecieron llenos desde la primera función a las 10 de la mañana hasta la última a las 10 de la noche, el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfico (ICAIC)  y el Ministerio de Cultura tuvieron buenas ganancias, lo que parece ser que no son los encargados de mantener en buen estado los cines y poco les interesa si dejan de serlos o, si su mantenimiento comienza poco antes del Festival, como sucedió con el Payret-el de más capacidad- que tiene peligro de derrumbe, el cual está cerrado.

Los baños en su mayoría permanecían sucios. Las encargadas de cuidarlos esperaban que cada usuario diera un peso por usarlo en esas condiciones. El baño de las mujeres en el 23 y 12 fue el único limpio y ambientado junto al del Chaplin. La iluminación al entrar o salir de las salas fue deficiente y las linternas de las acomodadoras ayudaron bien poco. La entrada del público en el Yara por la entrada lateral de 23, con sus escalones rotos fue motivo de tropezones y caídas de unos cuantos.

“Trabajo pero siempre pido esos días por vacaciones, voy al Festival desde antes de casarme y ya tengo dos nietos. Es verdad que ya no son como antes. Casi no hay cines, el transporte es muy malo, las mejores películas las llevan para los cines que están más lejos (se refiere al Acapulco y al Miramar) o para las salitas (antiguo cine Infanta), pero no me lo pierdo, hay tandas que se me une mi marido o mis hijos, a otras voy sola, siempre hago amistad con alguien en el Festival, o gente que conozco de otros y nos marcamos”, comenta feliz una capitalina.

“Ya se acerca el día de ver las caras de costumbre, aquí vienen “viejitos” que no sé cómo llegan, yo les guardo su asiento cuando puedo, me da lástima verlos con su pelo blanco y bastón, solos. Les digo el día que repiten las mejores para que no los vayan a empujar, es como estar en familia”, comenta una acomodadora.

A partir del día 5 se comenzaron a vender las Carteleras con valor de $1.00 con la programación del día y la del próximo, las cuales contenían críticas cinematográficas y entrevistas a actores y cineastas, las que eran prestadas con gusto a  quienes no se podían dar ese lujo diario.

“Ese es mi gusto del año. Yo reúno (dinero) para el Festival. Voy a cuatro tandas diarias y si puedo a cinco, no me importa llegar a la casa bien tarde. No voy a fiesta, no me tomo un trago, no fumo, la pantalla grande es lo máximo, ni el DVD ni la sala de video la sustituyen. En mi mochila llevo agua, un sweater y la sombrilla y  como algo ligero”, dice un hombre en la cola de la Cinemateca (sala Charles Chaplin).

“Aquí están apuntadas las mejores, cópielas si quiere: Inevitables, Días de Vinilo, Cuando yo te vuelva a ver y Wakolda de Argentina; Una pistola en cada mano, Hijo de Caín, 15 Años y un día de España;   Azul y no tan rosa, La Distancia más larga, Piedra, papel o tijera y Pelo malo de Venezuela; Cirgo y Gloria de Chile, Flores raras y Tatuaje de Brasil y El Mayordomo de Estados Unidos, no la que vio ya, sino la del 2013, no se la pierda”, sugiere una joven sentada al lado de una señora, que la mira complacida, en un muro próximo al cine Yara, mientras la escuchan con atención, otros amantes del Séptimo Arte.

 

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