Manuel Alejandro León Velázquez de Diario de Cuba fue otro periodista detenido en Baracoa después del huracán Matthew.

Esta vez la historia no los absolverá

Por Vicente Morín Aguado

HAVANA TIMES — La reciente detención de un grupo de jóvenes reporteros del proyecto Periodismo de Barrio —viajaban a Baracoa, municipio guantanamero que fue fuertemente afectado por el huracán Mathew—, combinada con la requisa de sus instrumentos de trabajo, inclina las razones de quienes se muestran pesimistas a la hora de sopesar la posible influencia de La Casa Blanca sobre los acontecimientos internos de Cuba.

Por su parte, oídos sordos a sus críticos, el presidente Barack Obama ha firmado una directiva que, según coinciden en afirmar la mayoría de los analistas dedicados al tema Cuba “está dando al régimen una luz verde: el aumento de la represión interna no desviará la política del gobierno estadounidense.”  (Gualdo Hidalgo,https://www.washingtonpost.com/opinions)

Las medidas represivas son diversas, incluyen golpizas, detenciones sin causa formulada legalmente, advertencias discretas, bloqueo a los sitios web considerados más “agresivos” al sistema y, hasta la prohibición expresa de viajar a otros países cuando son invitados a participar en encuentros donde se debaten temas considerados subversivos para el gobierno, como los Derechos Humanos.

El equipo del sitio Periodismo de Barrio que fue detenido y obstaculizado su trabajo después del huracán Matthew.

El equipo del sitio Periodismo de Barrio que fue detenido y obstaculizado en su trabajo después del huracán Matthew.

El argumento reiterado hasta la saciedad por altos funcionarios del gobierno cubano es la injerencia de los Estados Unidos y sus cómplices en los asuntos internos del país, incluyen el repetido concepto de una peculiar, nunca debidamente explicada, interpretación en torno a los Derechos Humanos Universales.

En el caso de nuestra nación, los derechos especialmente objeto de controversia son la libertad de expresión y de asociación, porque determinan la actividad legal, reconocida, de los opositores al sistema totalitario de corte estalinista establecido en el país a partir de los vínculos políticos con la desaparecida súper potencia soviética, resultado de una tenaz resistencia a la política de la otra persistente súper potencia, los Estados Unidos.

Resulta que es evidente la distensión entre Cuba y su poderoso vecino del norte. Obama ha tendido la mano y, aunque permanece la agresividad en términos económicos, dictada por las peculiaridades del sistema constitucional estadounidense, desde la Plaza de la Revolución no hay tregua en cuanto a cualquier manifestación contraria al oficialismo.

Los Obama con Raúl Castro en el estadio Latinoamericano de La Habana en marzo 2016.

Los Obama con Raúl Castro en el estadio Latinoamericano de La Habana en marzo 2016.

El planteamiento de este intríngulis político tiene su complejidad manifiesta: el llamado bloqueo-embargo fue impuesto unilateralmente desde Washington,  por tanto, no cabe retirarlo a cambio de “concesiones” desde La Habana, sin embargo, la realidad interna, es otra cosa, debiera ser considerada hoy mismo por quienes gobiernan nuestro país.

No se trata de ceder a presiones foráneas, sino de considerar los anhelos, las reclamaciones, la vida de los cubanos. Hasta el presente, los dos únicos dirigentes con capacidad real de acción, Fidel y Raúl, 90 y 86 años respectivamente, no han expresado a las claras reconocimiento alguno del fracaso evidente que arroja su gestión gubernamental, aunque algunas expresiones sueltas de ellos mismos apuntan en esa dirección.

Argumentar la soberanía de la nación como escudo ante el justo reclamo por respetar las libertades de expresión y asociación es como aceptarle a un padre de familia violento, abusador, que maltrata a su esposa e hijos, la no intromisión de los vecinos en su vida hogareña cuando le reclaman por sus desmanes.

El canciller cubano Bruno Rodríguez en la ONU.

El canciller cubano Bruno Rodríguez en la ONU.

Las leyes son universales, los derechos igualmente inalienables, ni siquiera pueden ser negados a un asesino convicto y confeso. ¿Cómo, entonces, aceptarle al canciller de la sonrisa amplia, Bruno Rodríguez Parrilla, sus reiteradas declaraciones cuando dice queNosotros tenemos profundas discrepancias con los Estados Unidos en cuanto a la interpretación y aplicación de los Derechos Humanos?

Si en algunos estados del poderoso imperio del norte los policías se ensañan con la gente de piel oscura, vale la denuncia, pero no sirve para justificar la violencia de similares autoridades en nuestro archipiélago, tratándose de mujeres portando una flor en calidad de único armamento tangible.

Cada minuto corre contra los inaceptables argumentos de tales represores, especialmente de los mandantes. No hay justificación alguna y esta vez la historia se encargará de no absolverlos jamás.
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Vicente Morín Aguado.   morfamily@correodecuba.cu

 

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