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La doctora Montessori afirma: los buenos modales son el aceite de las relaciones sociales yo agrego que, en la familia, son la miel que cura las congestiones emocionales.
Dos tipos de comunicación familiar prevalecen: Disfuncional y funcional (patológica o sana). Las características de la primera incluyen el consabido abuso verbal o físico, monólogos quejosos donde nadie escucha al otro, padres ausentes del hogar o padres indiferentes. Fíjense que la indiferencia es un tipo de violencia doméstica y destrato afectivo que aún no hemos explorado o tan siquiera desarrollado y que se encuentra citada en uno de mis libros. La regla por excelencia de la comunicación, nos indica que es imposible no comunicarnos, de modo que aquel que ejerce la indiferencia y se cruza de brazos frente al problema del otro, manifiesta su deseo egoísta de no colaborar. De ignorar su entorno humano. Rompe el contrato social tácito que nos une en sociedad y que nos compele a asistirnos mutuamente, a predicar las etiquetas de la convivencia y practicarlas con nuestros hijos.
Por el contrario la sana comunicación conlleva caricias positivas y una escucha atenta de las necesidades del otro. 80% escuchar y 20% hablar. Difícil en un mundo donde prevalecen las narrativas individuales. En el cual la nomofobia o, terror a separarse del celular, se erige en el trastorno mental de la época.
Sin duda, las caricias positivas incluyen palabras y gestos de amor, compasión, empatía, diálogo, estar presente en cuerpo y alma en la vida de los hijos. Características medulares del buen trato humano y que solo se aprenden en el seno de la familia. Las caricias negativas corresponden a grupos familiares acostumbrados al mal trato como única forma de comunicación conocida. Se aman, sin duda, pero con un mal amor. Se aman, pero se destruyen.
Si conoces e incorporas los siguientes conocimientos, a tu lista de prioridades, lograras, sin duda, una mejor vida para los tuyos y para tu persona. Presta atención.
1. Tratarnos bien libera endorfinas, en aquel ofrece y en quien recibe un trato amable. Denominadas hormonas de la felicidad, son responsables de la sensación de bienestar que puede llegar transformar el mal humor a tu día. Un abrazo, una mirada de agradecimiento, un gesto de generosidad liberan, además oxitocina,la hormona del amor, aquella que el organismo femenino secreta en grandes cantidades durante el parto y la lactancia, en la unión amorosa y que en este caso, se libera tanto en varones como en mujeres. Los buenos modales, por lo tanto, prolongan la vida, controlan la presión arterial y reducen el estrés.
Sabemos que altas dosis orgánicas de cortisol y adrenalina adjudicadas a la respuesta del estrés, induce a problemas graves de salud. El estrés es una respuesta normal evolutiva que, en la prehistoria, servía para adaptarnos a situaciones de peligro inminente y que hoy permanece intacta en nosotros. Si entraran ladrones a mi casa por la madrugada, todo mi organismo se prepararía en microsegundos para huir o atacar. Pero una vez controlada la situación, los químicos mencionados descenderían a niveles normales. Lamentablemente, vivimos en sociedades que favorecen el estrés crónico y el consiguiente desarrollo de enfermedades graves. Valga este ejemplo simple. Si la alarma de tu casa permaneciera encendida de manera constante, en algún momento el sistema dejaría de funcionar, adecuadamente, con el consiguiente colapso.2. El trato cordial en la familia desarrolla en los pequeños la autoestima básica. Existen dos tipos de autoestima, básica y circunstancial. La básica es aquella que se desarrolla durante los primeros 6 años de vida de la mano de papá y mamá. La circunstancial nos muestra proclives a la tristeza o desolación frente a los infortunios. Me despidieron del trabajo y por lo tanto, mi autoestima circunstancial, sufre un golpe fuerte que, sin embargo, no afectará de manera permanente mi salud mental ni mi vida de relación, protegida por la autoestima o consideración básica acerca de mi persona. Un mástil en el que flamea la bandera de nuestras vidas sin desprenderse y volar a la deriva.3. Tratarnos bien genera confianza neurológica. Cada conducta nueva que recibimos o actuamos abre nuevas carreteras en nuestro cerebro que luego revisitaremos de manera espontánea. Caminos de confianza o desconfianza, que deseamos o no revisitar.
El poeta Francisco Luis Bernárdez nos dice Porque después de todo he comprendido que lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado.
Qué clase de semillas plantas en el corazón fértil de tus hijos. ¿Cuál es el norte que le enseñas? Llegamos solos a este mundo y al morir solos nos vamos. Sin embargo durante nuestros días en la tierra, debemos aprender los ejercicios de la convivencia para crear desde la familia una sociedad de la paz y el entendimiento mutuo.
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