Imagen de https://www.google.com/
El drama litúrgico que se da en las tenidas es una estrategia pedagógica. La Tenida Solemne nada tiene que envidiarle al drama litúrgico medieval, que dio origen al teatro moderno. Por su parte, las Tenidas Ordinarias son sociodramas representativos de la actividad laboral. Es el arte como estrategia pedagógica, y como forma de entendernos entre nosotros mismos, manteniendo el orden, la tolerancia y el respeto en las discusiones.
La verdadera intención del drama es la reflexión, en aras del desarrollo intelectual y de la moralización. El drama masónico no trata de ser un espectáculo como el teatro romano, cuyo fin era divertir y hacer reír a un público. Por eso los romanos prefirieron la comedia a la tragedia. El drama Masónico se parece más al teatro griego, que pretendía la catarsis o purificación de las pasiones. En este sentido, el drama Masónico se aproxima al teatro griego y no al romano. La Tenida no es para divertir. Es para transformar. Para perfeccionar. Para educar.
En cuanto a la interdisciplina para llegar al pensamiento complejo, la Masonería desarrolla la aptitud natural del espíritu humano para ubicar todas sus informaciones en un contexto y en un conjunto. En la literatura Masónica están presentes las relaciones mutuas y las influencias recíprocas entre las partes y el todo en un mundo complejo. La propia Logia es una imagen o recreación del universo. «Simbólicamente, la logia se extiende a lo largo desde Oriente a Occidente, de anchura desde el septentrión al mediodía, y su profundidad es de la superficie hasta el centro de la tierra, siendo su altura hasta las estrellas»(5). Esas dimensiones incalculables que se le atribuyen, representan la imagen del mundo conocido de los antiguos. En ella podemos ver también «una imagen de nuestra mente o mundo causativo interior, que preside a las condiciones de la vida, las aprovecha constructivamente y las transmuta»(6). Para la Masonería, el hombre está inscrito en el mundo vivo y en el mundo físico, además de ser un ente social. En la educación profana hay una progresión del conocimiento de las partes, hay una especialización, mientras que paradójicamente hay un detrimento o ignorancia del todo. La Masonería ubica la condición humana en el mundo. No se puede concebir la condición humana, si no es en relación con el cosmos. La Leyenda de Hiram, tan esencial en la Masonería, tiene varios significados: 1. Un significado cósmico que ve en la misma algún aspecto del drama del mundo y de su origen, así como de la vida en las diferentes etapas. 2. Un significado humano individual. 3. Un significado social o colectivo(7). En esas interpretaciones está la clave. El hombre es resultado del cosmos, de la naturaleza y de la vida. Pero la educación profana nos ha vuelto extraños a ese cosmos que nos es secretamente íntimo.
Veamos, a manera de ilustración, lo que dice al respecto uno de los filósofos de la educación contemporánea, Edgar Morín, mentor de la UNESCO en materia educativa: «La vida es un moho que se formó en las aguas y en la superficie de la tierra. Nuestro planeta engendró la vida, que se desarrolló como un matorral en el mundo vegetal y animal, y nosotros somos una rama de una rama de esta evolución, en medio de los vertebrados, los mamíferos, los primates, portadores en nosotros de herederas, hijas hermanas de las primeras células vivas. Por nacimiento participamos en la aventura biológica; por la muerte participamos en la tragedia cósmica. El ser más rutinario, el destino más banal, participa de esta tragedia y de esta aventura»(8).
Más adelante continúa Morín: «Llevamos en el interior de nosotros mismos el mundo físico, el mundo químico, el mundo vivo, y al mismo tiempo nos hemos separado de ellos por nuestro pensamiento, nuestra conciencia, nuestra cultura»(9).
En verdad, el conocimiento profano es fragmentario. Es superdisciplinario. Y la susperespecialización y el fraccionamiento del saber producen la ignorancia, a la cual Morín llama la «ceguera del conocimiento». Por eso, la Masonería, sabia en sus fundamentos, considera que el profano cuando toca a las puertas del Templo viene envuelto en las tinieblas. En esas condiciones recibe la luz.
La educación profana enseña a aislar los objetos de su contexto, a separar las disciplinas. El Taller Masónico en cambio es multidisciplinario. Allí dialogan los distintos saberes, a través de las distintas profesiones. La Escuela Masónica tiene todas las bases para llevarnos al pensamiento complejo, que es el gran desafio de la educación contemporánea.
En cuanto al método autoconstrucíivo liberal, este tópico ha sido poco investigado en el seno de la Orden. Es cierto que, con mucha frecuencia, en los Talleres se habla de que la Masonería es una escuela. Escritores Masones también lo han afirmado. Ramón Martínez Zaldúa asevera que «La Masonería es considerada como una escuela de moral, de enseñanza que trata de desentrañar por medio del estudio, de la investigación racional, la verdad, meta y fin de la existencia»(10). Sin embargo, muy poco se ha profundizado sobre su método de enseñanza, que se encuentra disperso en todos los actos litúrgicos, ordinarios o solemnes. La misma ceremonia de iniciación constituye el primer esbozo de un proceso educativo. Allí los Hermanos más versados explican al neófito el significado oculto de algunos símbolos. Pero se le subraya la necesidad que tiene el neófito de desarrollar su observación y su capacidad de análisis, porque la esencia de las cosas no está a simple vista. La palabra sagrada que se da al neófito es, según Lavagnini: «un símbolo de instrucción verbal sobre los principios de la Verdad que cada Aprendiz tiene el derecho de esperar de los que se hallan más adelantados que él en el Sendero de la Iniciación»(11).
Más adelante dice el mismo Lavagnini: «La instrucción debe darse como se da la palabra… Con la activa cooperación del discípulo, cuyo progreso no depende de lo que reciba, sino de lo que encuentre por sí mismo, con sus propios esfuerzos, por el uso que hace de la primera instrucción recibida como medio e instrumento para descubrir la verdad»(12).
El día de la iniciación, el neófito recibe la luz. A partir de ese momento debe ser un constante buscador de la «luz inmortal que emana de la virtud y de la ciencia»(13). Este acto de recibir la luz es muy significativo en el ámbito de lo simbólico. En sentido figurado puede decirse que la corriente pedagógica que no entregue una lámpara al alumno, para que él mismo busque, es una pedagogía estéril y repetitiva, de la cual se puede decir que está enferma. De esa manera, para los sistemas educativos profanos, educar se ha convertido en domesticar, sometiendo todas las inclinaciones personales a una instrucción uniforme. Esa es la intencionalidad de los llamados estándares de calidad, que pretenden homogeneizar los aprendizajes en un país en el cual hay que educar para aprender a convivir con las diferencias. Para la Masonería, en cambio, la educación consiste en abrir horizontes a cada personalidad, respetando todas las diferencias, aprovechando todas las desigualdades naturales. De ahí que la escuela profana tenga que aprender mucho de la Masonería.