Aplica sobre todo en presencia de los hijos.  Esto genera gran confusión y los sitúa en la penosa posición de decidir entre dos personas que ama por igual.

Compartir con él los sentimientos y emociones de los adultos lo coloca erróneamente como el apoyo moral y posponen sus propios intereses en espera de que sus padres dejen atrás la agonía del divorcio.

Él no debe ser mensajero o mediador. No debe participar en peleas.  Pueden sentirse utilizados para castigar a uno de los padres.  Los padres no deben discutir delante de ellos los reclamos sobre aspectos correspondientes al dinero, la custodia o la conducta del otro.

Los cambios adicionales, hacen que los niños se sientan más inseguros.  Mantén las rutinas y actitud hacia la disciplina, pues le ayudará a recuperarse rápidamente.  Si lo conviertes en mensajero cuando no hay una buena comunicación entre los padres, se convierte para él en una carga pesada que debe asumir y no podrá librarse de ella.

Pondrá al pequeño en un dilema de fijar una posición frente a cada uno de ustedes, además del dolor que le producirá ver desprestigiado a uno de los padres por parte del otro.

Esto afectará su universo emocional, los sobrecargará y generará angustia y frustración. Lo hará sentirse utilizado.