MASONERÍA Y ARQUITECTURA ∴ RELACIONES DE ORIGEN –

Gabriel Dávila Mejía
Resp∴ Log∴ Arquitectos de La Amistad Nº. 10
Or∴ de Bogotá.
 

La Masonería y la arquitectura a pesar de ser tan distintas, están de tal modo relacionadas que toda su práctica es exponente de una ley moral. Tal es la tesis que sostiene John Ruskin en las Siete Lámparas de la Arquitectura, donde afirma que las leyes arquitectónicas son leyes morales, aplicables en igual medida a la formación del carácter, que a la erección de las catedrales. Para él estas leyes son Sacrificio, Verdad, Poder, Belleza, Vida, Memoria y Obediencia. Entiende Ruskin que el hombre solo logra la libertad cuando obedece las leyes de la vida, de la verdad y la belleza.

Con esto pretende demostrar Ruskin de qué modo la violación de las leyes morales degrada la belleza de la arquitectura, mancilla su utilidad y la hace inestable. Cree Ruskin que la belleza es una imitación consciente o inconsciente de las formas naturales y revela las cualidades nobles o innobles del alma del constructor.

En esta rememoración de arquitectura, ocurre por lo general que las obras monumentales caben en dos grandes categorías: una se caracteriza por un preciosismo y una delicadeza sumos, a los que volvemos con una sensación de afectuoso asombro; y la otra, por una majestuosidad severa y, en muchos casos, misteriosa, que recordamos con reverencia, como la que sentimos ante la presencia y actuación de un gran poder espiritual. Estas son “las dos importantes lámparas intelectuales de la arquitectura; una consiste en la justa y humilde veneración por las obras de Dios en la tierra; la otra, en una comprensión del dominio sobre esas obras con que el ser humano ha sido investido” [1] .

Ese sentimiento provocó la majestuosidad de la arquitectura, y logró en los pueblos antiguos ideas de santidad, de sacrificio, de rectitud ritualista, de estabilidad mágica, de imitación del universo, de perfección de la forma y de la proporción. En los comienzos de la arquitectura el hombre adoró grandes piedras, los primitivos europeos veneraban las columnas como si fueran dioses, este deleite que experimenta el hombre al erigir columnas nació del sentimiento naturalista por representar las arboledas de la selva.

Los inventos primitivos parecen revelaciones, y no nos extraña que los hábiles conocedores de las artes pasaran por magos. Por tanto no es de extrañar que el descubrimiento de la escuadra fue un gran acontecimiento para los primitivos habitantes del Nilo y que pronto los místicos la transformaran en emblema de la verdad, de la justicia y de la rectitud, connotación que sigue teniendo en la masonería moderna aunque haya transcurrido tanto tiempo.

Joseph Fort Newton en su obra “Los Arquitectos” opina que los egipcios construyeron sus templos imitando la forma que, según ellos, tenia la tierra. Para ellos la tierra era a modo de una gran piedra llana, más larga que ancha, y el cielo un techo o bóveda sostenida por cuatro columnas. El pavimento representaba la tierra; los cuatro ángulos eran las columnas y el techo correspondía al cielo. Los templos construidos de cara a oriente tenían una cámara recóndita pequeña y obscura, a la que se llegaba a través de una serie de patios y salas. Tales fueron los santuarios de la antigua religión solar, orientados de tal forma que, en determinado día los rayos del sol naciente o de algún astro brillante que le precediera, cruzaran toda la nave yendo a iluminar el altar [2] .

Los fundamentos morales y materiales de la masonería estriban en el ardor por el ideal y el amor a la luz. Bajo estos fundamentos yace el sentimiento de que la morada terrestre debía estar en relación con su correspondiente celeste o templo del mundo, por cuya causa el hombre imita en la tierra la morada de los cielos que no fue edificada por mano alguna. El hombre erigió templos para representar la imagen de la tierra; levantaron pirámides tomando como modelo las montañas, construyeron mas tarde catedrales, cuyas artísticas fajas de follaje circundan la corona de capiteles y la proximidad de las columnas nos recuerdan el espacio interior del bosque, como sucede con las iglesias góticas. Parece lógico que los instrumentos empleados por los arquitectos para expresar su fe y sus sueños fueran convirtiéndose con el tiempo en emblemas de sus pensamientos pero no sólo sus instrumentos, sino también las piedras que tallaron llegaron a constituirse como símbolos sagrados.

Hemos visto que la arquitectura estuvo íntimamente relacionada con la religión desde los tiempos primitivos; hemos observado además que los útiles de que se sirven los constructores representaban verdades morales. Las sociedades secretas, que nacieron de las necesidades y de la naturaleza de los hombres, han existido desde el comienzo de la historia.

Puede afirmarse además que los arquitectos primitivos formaron ordenes secretas, aunque la historia conserva datos muy vagos de las primeras órdenes de arquitectos, no obstante se conservaban en secreto las verdades religiosas y filosóficas, así como los hechos científicos y las reglas del arte, confiándose únicamente a un grupo de elegidos. Esto ocurrió en todos los pueblos de la antigüedad, por tanto podemos esperar que lo mismo sucedió con la arquitectura y que sus miembros fueron iniciados. Así pues, los conocimientos arquitectónicos se guardaban celosamente por necesidad.

Si tenemos presente el secreto de las leyes de la arquitectura, y la santidad con que se consideraban la ciencias y artes, podremos entender las historias que surgen alrededor del templo de Salomón. Algunas de estas son inverosímiles hoy, pero no debe extrañarnos que exista esta tradición, pues la construcción del templo de Jerusalén fue un acontecimiento de gran importancia, no sólo para los hebreos sino para otras naciones, especialmente la fenicia.

Así como lo dijimos antes y si hipotéticamente es cierto las leyes de la arquitectura eran secretos sólo conocidos por los iniciados, entonces los constructores del templo de Salomón pertenecieron a alguna orden secreta. Aunque la historia no puede verificar este hecho, lo cierto es que la tradición nos lo ha trasmitido, sobreviviendo a través de los siglos.

Después de todo no parece tan fantástica la tradición de que la masonería naciera durante la construcción del templo de Jerusalén. Krause fue quien primero observó que las antiguas órdenes de arquitectos fueron las predecesoras de la masonería moderna, siguiendo sus huellas a través de la fraternidad dionisiaca de Tiro y de los Collegia romanos hasta los arquitectos y masones de la edad media.

La mayor parte de los Colegia se transformaron en instituciones caritativas o funerarias, en las que la gente humilde trataba de salvarse de la oscuridad desesperada de la vida plebeya o de la aún más sombría y desesperada perspectiva de la muerte. Cada Collegium celebraba honras fúnebres por sus muertos, utilizando como lenguaje un simbolismo con gran connotación semiótica, señalaba su tumba con los emblemas de su comercio: si se trataba de un panadero, con un pan; si de un albañil, con una escuadra, un nivel y un compás.

Los colegios romanos se parecían mucho por su forma, emblemas y cargos a las modernas logias masónicas. Ningún colegio debía estar constituido por menos de tres personas, todo colegio era presidido por un maestro, con dos decuriones o vigilantes [3] , había un secretario, un tesorero y un archivero se ignoran sus ceremonias de iniciación; pero parece ser que tenían carácter religioso, pues cada colegio tenia su dios patrón al que adoraba la mayoría de sus miembros.

Al disolverse  el colegio de los arquitectos y ser estos expulsados de Roma, se llega a un período en que es sumamente difícil seguir sus huellas. Hasta hoy ha habido una laguna en la historia de la arquitectura entre el arte clásico romano y el nacimiento del gótico. De igual manera se encuentra otro vacío entre los collegias de Roma y los constructores de catedrales. Leader Scott [4] tiene la tesis de que el eslabón perdido de la historia masónica debe encontrarse en los Maestros Comacini, Gilda de arquitectos que, cuando se derrumbo el imperio romano, huyó a Comacina [5] , donde se mantuvieron las tradiciones del arte clásico durante las épocas de superstición y de ignorancia. Aunque no asegura que los Comacinos fueran los precursores de la masonería actual, dice que forman un lazo que une los Clásicos Colegia con las Gildas artísticas de la edad media.

Los Comacinos eran arquitectos, escultores, pintores y decoradores. Si aceptamos como pruebas la afinidad de sus obras y sus trabajos en piedra, se puede afirmar que se deben a ellos las modificaciones que sufrió la arquitectura en Europa durante el periodo de la construcción de las catedrales.

Los Comacinos comenzaron sus emigraciones durante el reinado de Carlomagno [6] , siguiendo los misioneros de la iglesia a remotos lugares yendo desde Sicilia hasta Gran Bretaña y construyendo iglesias por doquiera. Hubo un tiempo en que los eruditos no supieron cómo explicar la aparición simultánea en toda Europa de los cambios de estilos arquitectónicos. Hoy se explica estudiando el poderío y desarrollo de aquella famosa orden. La existencia de esta institución explica también el que no se conserven los nombres de los arquitectos que proyectaron las catedrales, pues éstas no se debieron a artistas aislados, sino a una orden que las proyectaba, construía y decoraba. En 1355 se disolvió la Guilda de los pintores de Siena y, más tarde, la de los masones germanos, empezando a aparecer artistas independientes que sobresalieron individualmente puesto que ya no formaban parte de las Guildas y sus secretos constructivos ya no eran propiedad privada sino de la humanidad, la arquitectura se había socializado; pero hasta entonces la Orden había ejercido el poder supremo. Leader Ecott Cree encontrar en esta Orden los descendientes de los constructores del templo de Salomón. Sea lo que fuere, lo cierto es que el nombre del rey hebreo corría en boca de los arquitectos de la era de la ignorancia y de la superstición.

“Una piedra inscrita que data del año 712, demuestra que una Guilda Comacina estaba organizada en Magistri y Disipuli, que obedecían a un Gastaldo o Gran Maestre, palabras utilizadas en nuestras logias. Además daban el nombre de Logia a los lugares en que se reunían” citando la autora una larga lista de ellas, dando los nombres de quienes ocupaban los altos cargos. También tenían sus juramentos, señales toques y palabras de paso, y llevaban delantales blancos y guantes” [7] .

La orden francmasónica decayó a la par con el arte Gótico, pero no dejo de existir, continuando su tradición simbólica entre grandes dificultades, hasta 1717, en que se reorganiza la fraternidad por medio de alegorías y símbolos tal como la conocemos hoy.

S∴ F∴ U∴


[1] John Ruskin, Las Siete Lámparas de la Arquitectura, La Lámpara del poder Capitilo III.

[2] Lockyear, Norman. Albores de la astronomia.

[3] Neuton, Joseph. Los Arquitectos.

[4] Neuton, Joseph. Los Arquitectos. Scott, Leader. The estori of a great Masonic Guild. “The Catedral Builders”

[5] Isla fortificada del lago de Como.

[6] Makey, R. W. El Simbolismo Francmasonico, “Los Francmasones Viajeros de la Edad Medeia” Cap. VIII

[7] Neuton, Joseph. Los arquitectos.

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