INTRODUCCIÓN
La masonería americana forma parte inseparable de la historia de Europa. Comenzó a partir de un grupo de colonias inglesas y escocesas protestantes que crecieron se desarrollaron y enriquecieron con la llegada de nuevas oleadas de inmigrantes a la vez que se fue creando una cultura propia y nuevas formas políticas.
«Un mundo nuevo requiere ciencia política nueva», expresó Tocqueville 1 y así fue. La corta vida de los Estados Unidos ha sido un continuo experimentar un sistema político nuevo, la democracia, tomando como referencia de lo que no se debía hacer a la vieja Europa.
Implantación y desarrollo de la masonería en Estados Unidos
Antes de entrar de lleno en el análisis de la masonería española en Estados Unidos, es obligado centrar la cuestión. Para ello vamos a distinguir dos momentos muy claros en el desarrollo de la institución: en el primero trataremos sobre los orígenes, la llegada y el rápido desarrollo de la Institución en las colonias, y en el segundo, nos ocuparemos de los primeros contactos entre España y Estados Unidos y del asentamiento de las distintas obediencias españolas a finales del siglo XIX.
La masonería anglo-americana y su papel en el nacimiento de los Estados Unidos
Aunque parezca extraño, no se conocen muchos datos sobre la introducción de la masonería en Estados Unidos. Tan solo comenzamos a tener alguna prueba fiable a partir de 1730-1733, como veremos más adelante.
Antes de esa fecha sabemos que se habían ido produciendo numerosas migraciones procedentes de Inglaterra, Irlanda y Escocia provocadas por las persecuciones religiosas. En los tres lugares había y se conocía la masonería.
A lo largo del siglo XVIII fueron naciendo los estados que formaron Nueva Inglaterra 2 : Los primeros pobladores eran, en su mayoría, aventureros sin recursos, peregrinos y proscritos unidos para «fundar entre todos una sola familia política y prestarnos asistencia mutua» 3 . Para algunos autores esta pretendida sociedad implica que la masonería no era desconocida entre los colonos. Si acudimos al testimonio aportado por Alphonse Cerza observamos que median setenta y cinco años entre la fundación de Jamestown (Virginia) en 1607 y la evidencia del primer masón conocido en la historia de Estados Unidos, en 1682. Su nombre era John Skene y había emigrado a New Jersey desde Escocia donde había sido iniciado en la logia n° 1 de Aberden. Pero este hombre era de origen escocés y no podemos considerarlo como masón americano. Quien sí lo era, fue Jonathan Belcher, nacido en Boston e iniciado en una logia masónica en Londres hacia 1704 y afiliado más tarde a la logia de San Juan de su ciudad natal 4 .
A la vista de estos datos podemos pensar que a comienzos del siglo XVIII ya existía masonería en las colonias angloamericanas sin embargo sería una afirmación arriesgada pues no se trataba de una institución organizada, sino más bien, de individuos procedentes de la metrópoli con un elevado nivel cultural y económico. Esta va a ser una característica de la masonería colonial, su vínculo con el poder a través de políticos y hombres de estado.
La creación de la Gran Logia Unida de Inglaterra y los contactos entre las colonias norteamericanas y otras colonias inglesas como Jamaica, contribuyeron a su crecimiento y expansión 5 . A partir de este momento comienza la polémica sobre qué ciudad, Boston o Philadelphia, debe considerarse como la cuna de la masonería, realidad difícil de discernir, como veremos. En 1730 el duque de Norfolk concedió permiso a Daniel Cox para fundar logias en las colonias americanas. Para autores como Findel 6 ya en el año 1732 una logia de Philadelphia se reunía en la Tun Tavern y fue unos años más tarde cuando la masonería se estableció en Boston. Sin embargo, Cerza cree que fue Henry Price, un londinense emigrado a Boston, quien en 1733 estableció el primer grupo de masones debidamente constituido. Findel reconoce que Price recibió poderes del vizconde de Montagu, Gran Maestre de Inglaterra, para nombrar diputados y unir a los residentes en América en una o varias logias 7 , pero no descarta la posibilidad de que antes de ello existieran logias en otros lugares.
A estas dos opiniones hemos de añadir la de Hughan, para quien Benjamín Franklin fue iniciado en 1731 (posiblemente en el mes de febrero), lo que probaría que ya existían logias en algún lugar diferente a Boston. Además, este autor, reafirma que el Duque de Norfolk concedió patente a Cox para fundar logias en New York, New Jersey y Pennsylvania. Ante toda esta confusión y a falta de pruebas documentales, tomaremos Boston 1733 como comienzo de la masonería en las colonias americanas.
Organizada la primera Gran Logia en Boston, al año siguiente, en 1734, ese mismo grupo fundó otra en Philadelphia de la que fue elegido Venerable Benjamin Franklin. La masonería americana siguió desarrollándose pero no perdió el tinte colonial que le infundió Inglaterra.
Durante el siglo XVIII las relaciones entre Nueva Inglaterra y la metrópoli fueron paulatinamente, deteriorándose. La crisis se agudizó en 1770 con el reinado de Jorge III y los King’s Friends. La férrea política colonial así como las humillantes y restrictivas medidas impuestas no gustaron a unos colonos que tras la Paz de Paris (1773) habían desarrollado una mayor conciencia política y una mayor autonomía administrativa y económica. Fueron estas condiciones y no las presiones políticas o el hundimiento económico derivado de las leyes sobre comercio y transporte las que, poco tiempo después, condujeron a la independencia. El enfrentamiento entre dos tipos de desarrollo diferentes: centralismo metropolitano versus autonomismo colonial.
Hacia 1770 comienza la fundación de los Comités de Correspondencia y los Hijos de la Libertad, germen del posterior movimiento separatista y de los cuales formaron parte personajes tan carismáticos como Samuel Adams, Thomas Jefferson o Richard Lee. Ese mismo año se suprimieron todas las Townshend Duties excepto la del Té y se puede hablar de un período de relativa calma hasta el día del Boston Tea Party en 1773. De aquí en adelante, los hechos se van a ir encadenando hasta culminar el 4 de julio de 1776 con el Bill of Rights en Virginia.
Muchos historiadores afirman que el Boston Tea Party fue preparado por los masones y atribuyen a la Institución un papel destacado. Autores como Cerza lo desmienten debido a la carencia de pruebas documentales. Lo que sí observamos es que, nuevamente, se confunde la actuación de la Institución con la de algunos de sus integrantes y se asocia a la masonería con el desorden público prerrevolucionario. ¿Qué hay de cierto en todo esto?. Investigaciones realizadas por Cerza demuestran que de 56 firmas que figuran en la Declaración de Independencia, nueve son seguro de masones y otras 23 dudosas; de las 39 que aparecen en la Constitución, trece también corresponden seguro a masones y otras siete son probables; y de los 74 generales que tenía George Washington a sus órdenes, 33 eran «hermanos» y quizá otros 15. La proporción es, realmente, elevada y evidencia un gran desarrollo de la Masonería, sobre todo, si la comparamos con otros países, pero no es suficiente como para elevarlo a la categoría de mito 8 .
Según Tocqueville los inmigrantes de las colonias del Norte, a diferencia de los aventureros que fundaron el resto, era gentes acomodadas que «llevaban consigo admirables principios de orden y de moralidad», que más que buscar su mejora económico-social, «perseguían el triunfo de una idea: la libertad» 9 . Este hecho se vio favorecido por la mayor soberanía de que gozaron estas colonias en relación con las de otros países. En un contexto de libertades limitadas, la libertad en sí misma se convirtió en la idea predilecta de esa amplia common people que disfrutaba de un bienestar en aumento. La conciencia de todo ese grupo se fue consolidando en torno a la expresión: «Cada ciudadano es rey» y, finalmente, todos los principios quedaron compilados en un solo documento, la Declaración de Independencia redactada por Jefferson.
La ideología recogida en ella tomó cuerpo en suelo americano pero no hemos de olvidar que, en alguna medida, tenía la impronta del Enciclopedismo y de la Ilustración francesa. Uno de los nexos de unión entre Francia y Nueva Inglaterra fue Franklin quien contaba entre sus amigos con Court de Gébelin, Diderot, D’Alembert, Lfayette e incluso el mismo Voltaire.
Pero no sólo Franklin, Jefferson y Washington, los tres prohombres americanos por excelencia, fueron masones; hubo muchos más partidarios de la independencia que también lo eran. Uno de ellos el 18 de marzo de 1776, declaraba al Pennsylavania Packet: «¿No pertenece acaso la mitad de los bienes de Filadelfia a hombres que llevan mandil? […] ¿Y no pertenece la otra mitad a hombres cuyos padres o abuelos llevaron mandil?». Esta aseveración nos relaciona a la masonería con otra clase de personas, la clase propietaria puesto que tenían bienes.
Hasta aquí es innegable la implicación de la masonería en la política, en el poder. Sin embargo no se le pueden atribuir a la Institución los hechos que condujeron a la Independencia. Fueron politólogos, militares, propietarios y gente común quienes la llevaron a cabo. Otra cosa es que muchos de ellos pertenecieran a una misma sociedad.
Terminada la guerra se siguió trabajando por la libertad. Ahora se iba a tratar con más ahínco la complicada cuestión de la esclavitud. El empeño de los cuáqueros de Pennsylvania en ello era grande 10 y en 1790 se dirigieron a Franklin para que elevara una protesta al Congreso sobre el comercio de esclavos. Otra vez encontramos a Franklin encabezando una importante misión, ahora como Presidente de la Sociedad Abolicionista y esta cuestión sí que era complicada pues la esclavitud era más el soporte de una sociedad lejanamente aristocrática, el Sur, que una institución que se pudiera abolir por el simple dictado de una ley. En 1776 las Trece Colonias se unieron contra un enemigo externo que les restringía la libertad; a estas alturas, la Unión comenzaba a resquebrajarse por la misma cuestión: la restricción de la libertad.
Esa guerra de Independencia que separó a las Trece Colonias de su metrópoli excepto en el ámbito cultural, fue la causa de la formación de Grandes Logias Independientes. Se establecieron en cada estado 11 y controlaron los grados simbólicos. Para los altos grados se establecieron otros dos cuerpos, dos Supremos Consejos, uno con jurisdicción sobre el Norte y otro sobre el Sur.
De los primeros vestigios al asentamiento
Antes de la implantación oficial de las dos únicas obediencias españolas que se asentaron en estados Unidos, el Gran Oriente Español (GOE) y la Gran Logia Simbólica Española (GLSE), tenemos constancia de esporádicos contactos entre masones españoles y extranjeros a título particular.
Durante el siglo XVIII la presencia de la masonería en España fue ocasional; los únicos datos que se refieren a ella «se refieren a denuncias, en la mayor parte de los casos, de extranjeros que estaban de paso y que habían sido iniciados fuera de España» 12 . Uno de estos casos es el de Alejandro French, juzgado como hereje por la Inquisición en 1735:
Al poco tiempo de su llegada a las Islas, posiblemente en los últimos meses de 1736, French inicia su primer viaje -que sepamos- a Boston. Lleva el barco cargado de vinos canarios y la misión de construir por cuenta de sus consignatarios, una corbeta. Sus gestiones en el puerto norteamericano, al margen de la venta de los caldos, debieron ser muy positivas, pues según los datos publicados por el Boston News-Letter, a principios de febrero de 1737 (o finales de enero) nuestro capitán estaba listo para poner rumbo a la isla de Madeira, no sabemos si son la finalidad de comprar vinos portugueses. Si retomamos el hilo de sus declaraciones, tenemos que se inició en cierta logia de Boston por «abril o mayo» del año indicado, con la finalidad de facilitar la venta de su mercancía. En efecto, Alejandro French se incorporó a la Royal Exchange Lodge de aquella ciudad el 11 de mayo (o el 30 de abril). El taller en cuestión se había constituido en 1733 bajo la obediencia de la Gran Logia de Inglaterra pero tomó el nombre de St. John en 1792″ 13 .
El siguiente contacto masónico entre España y Estados Unidos, no fue con la metrópoli sino con sus colonias caribeñas: Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo. La lejanía, sin duda, daba pie a una mayor tolerancia y, de hecho, en las tres colonias se difundió la Institución antes que en la Península. Puerto Rico, por ejemplo, se presentó como terreno abonado a la expansión masónica americana desde que los primeros presidentes americanos mostraran sus pretensiones territoriales sobre ella. En la parte española de Santo Domingo, se extendió a raíz de la huida de los colonos franceses con motivo de la revolución negra del Guarico (1791-1795).
Por lo que se refiere a la Península, durante los primeros años del siglo XIX, no consta que hubiera contacto formal con Estados Unidos, lo cual no es de extrañar a juzgar por la historia española: reinados de Fernando VII e Isabel II, persecuciones, edictos, prohibiciones, bulas, etc. Hay que esperar a 1878 para encontrar correspondencia entre la logia tinerfeña Teide n° 53 y la logia Union de Massachussets 14 . Tan sólo se trata de una carta por la que sabemos que la logia canaria prestó dinero al cónsul americano que había enfermado estando en la isla, y la logia Union, todavía no lo había devuelto.
A partir de la década de 1890 la situación cambiará y la masonería española, como ya apuntamos líneas arriba,
CONTINUARA…..
FUENTE: https://www.scielo.sa.cr/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1659-42232015000200178
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