MASONERIA

VERDADERA DEFENSA DE LOS MASONES

Por El Pensador Mexicano(1)

En estos días se ha vuelto a suscitar la ridícula especie de la masonería,(2) y se ha tratado de la persecución de los hermanos, llegando el escrúpulo del fanatismo a exhumar el cadáver de un jefe militar,(3) sólo para la santa e indispensable diligencia de extraer de su cajón los guantes que le habían echado sus amigos como última señal de su cariño.

Siempre el error y la malicia han perseguido estas nobles reuniones, y han tratado de desacreditar a sus alumnos por cuantos medios han estado a su alcance; ya sorprendiendo la sencillez de algunos papas, obligándolos a disparar los rayos del Vaticano sobre los masones,(4) suponiéndolos enemigos de la religión católica, y ya concitándoles el odio de los reyes como enemigos del Estado.

Pero como hasta los cargadores saben que estos individuos no sólo no atacan la religión católica, sino que son tolerantes y siempre respetan la religión dominante del país en que viven, ya no imploran sus enemigos las armas de la Iglesia contra ellos, sea por el convencimiento de esta verdad, o sea porque conocen que los anatemas son armas inútiles en los pueblos ilustrados,(5) donde pierden toda su eficacia.(a) Y ¿qué hacen ahora? Procurar hacerlos sospechosos a los gobiernos civiles, suponiendo que sus reuniones son con el objeto de conspirar contra ellos, y aun se han aventurado a presentar un proyecto de ley a las Cámaras para castigarlos y extinguirlos; pero el señor Cañedo(6) hizo y publicó contra la proposición de un discurso tan brillante como suyo.

No ha bastado esto para acallar a los enemigos del masonismo. En la semana pasada se publicó un anónimo titulado: Se denuncian al buen juicio las sociedades secretas y caballeros masones,(7) en el que su autor dice que va a reimprimir un discurso, aunque no nos dice cuál es el autor de éste, ni en dónde ni cuándo se imprimió. Lo he leído y no veo sino el mismo fraile en la misma mula:(8) las mismas calumnias, suposiciones y falsas consecuencias que en todos tiempos han balbucido los enemigos de estos hombres benéficos y recomendables.

Para los sensatos fuera ocioso impugnar el impreso referido; pero como también los insensatos saben leer, aunque no entender, me parece muy conveniente el refutar sus principales argumentos para desengaño de los profanos, honor de los masones y confusión de sus enemigos. Pero para esto es necesario dar una ligera idea de lo que son estos caballeros y cuál su instituto, para que aun los fanáticos se enamoren de la virtud y exclamen como los hombres de bien: ¡ojalá y todo el mundo sea masón! Que equivale a decir: ¡ojalá y todo el mundo sea virtuoso!

Los verdaderos fra[n]cmasones(b) (dice el autor del Examen crítico de las causas de la persecución de los fra[n]cmasones)“son(9) unos hombres reunidos en sociedad, con el objeto de elevar un templo a la virtud, y de fabricar calabozos para el vicio. Claro es que este templo y estos calabozos no pueden ser más que unas meras alegorías que representan la multiplicación de actos virtuosos, y los esfuerzos continuos que el hombre debe hacer para domar sus inclinaciones viciosas. El fin principal de esta asociación es el mutuo socorro que deben presentarse unos hermanos a otros en todos los trances y sucesos desventurados de la vida. Este artículo, que es el más esencial de todos, no admite dispensa ni relajación alguna, porque siendo ya por sí mismo una obligación moral, común a todos los hombres, debe serlo mucho más para aquellos que se han ligado con vínculos más estrechos, y prometídose una fe y una amistad más viva. Los sitios donde se reúnen se llaman logias, y durante todo el tiempo que permanecen en ellas desaparece toda distinción mundana. Allí no sirve de nada la elevación de clase, ni los distintivos heredados o adquiridos, sino el grado en que cada cual se halle entre sus hermanos, o [la] dignidad que éstos le hayan conferido. Hay un venerable que preside a los trabajos, y cuya voz es el órgano del orden, sin ser jamás la expresión del despotismo, así como también la logia entera le presta una obediencia voluntaria que no toca nunca en esclavitud.

“Llámanse libres, porque lo son en efecto; pero esta libertad está sujeta a las leyes que se han dado ellos mismos, y como estas leyes son la expresión de la voluntad y de la conveniencia general, ningún individuo masón tiene facultad ni poder para infringirlas impunemente, ni mucho menos para sobreponerse a ellas. Los estatutos masónicos no tienen fuerza ni vigor fuera de los sitios donde ellos se reúnen, y, por consecuencia, no ejercen el menor influjo en la conducta pública de los hermanos en el estado civil. Esto es(10) tan cierto y tan general a todas las logias masónicas, que si cualquiera individuo osase proponer una especie relativa al estado político de la nación, o meramente a sus ocupaciones profanas, sería reprimido al momento, y penado como contraventor del orden.(11) Todo lo que no sea ocuparse de la moral o del régimen interior y económico de las logias es mirado como una falta, o por lo menos como una impertinencia.

“Esto parece que, naturalmente, debe dar un aire de severidad y de tedio a semejantes reuniones; pero no es así por cierto. Cuando los hombres comienzan(12) a acostumbrarse a hacer bien, y cuando se convencen de que en efecto lo consiguen, basta este solo estímulo para agradarles y para observar todas sus facultades. Como no hay allí ninguno que esté en un estado pasivo, sino que cada cual se ocupa, discute y resuelve con la misma libertad que todos los demás, su entendimiento está tan en acción como su voluntad. Fuera de esto, tienen también sus momentos de descanso y de alegría, pero alegría que nunca degenera en indecencia ni en crápula, como se ha intentado persuadir a los incautos. Celébranse dos banquetes al año, de obligación, en los días de san Juan Bautista y de san Juan Evangelista, y algunos otros en caso de haber motivo que le(13)ocasione y que merezca el acuerdo de la logia. Durante estos banquetes no se suspende la instrucción moral, antes bien se aprovechan aquellos ratos para tantear y corregir el carácter de algunos hermanos en quienes se nota algún exceso de orgullo o de defecto de educación.

“Allí la paz y la armonía brillan en el seno de la igualdad y de la seguridad, sus perpetuas e inseparables compañeras. Si las comparaciones no fueran tan odiosas, ¡cuántas y cuántas se podrían hacer que resultarían en favor de los masones, respecto de tantas corporaciones que pasan en el mundo por(14) respetables, y que no son sino muy inútiles y aun perniciosas! Pero ya las luces van haciendo justicia y pronto se fijará el concepto que cada una se merece.

“Los fra[n]cmasones son todos unos,(15) todos iguales; pero se distinguen dentro de sus logias por sus diferentes grados, a los cuales están anexas ciertas prerrogativas y ciertos encargos que sólo ellos pueden y deben desempeñar. En una palabra, es una república bien ordenada, la cual, aunque no tiene otros límites que los del universo, no extiende nunca sus miras fuera de sus respectivas logias. Es indispensable repetirlo: jamás, y en ninguna parte, se han ocupado los masones de cosa de política ni de religión. Ésta es una calumnia repetida y copiada de unos en otros, sin más fundamento que el espíritu de persecución y de intolerancia, propio y peculiar de todos los tiranos espirituales y temporales. Tenebrosos y sombríos en su marcha, miran siempre con ceño al que no se apresura a besar las cadenas con que quieren tener aprisionado el entendimiento. Ellos son los que han conspirado y conspiran contra el género humano todo entero, a fin de perpetuar su ignorancia y conservar su feroz despotismo.

“Siendo, como he dicho, la mutua beneficencia el fin esencial de toda sociedad masónica, claro es que no habrá un vicio más detestado en ella que el de la avaricia. Nunca se verifica ninguna reunión ordinaria sin que resulte de ella algún alivio a la humanidad. Todos los hermanos, pobres o ricos, príncipes o menestrales, depositan alguna cantidad en el tronco de la beneficencia; y si bien es verdad que no se ponen a repartir los(16) ochavos y cuartos en las puertas de las iglesias o en otros sitios públicos, a lo menos están seguros de que las cantidades de que voluntariamente se desprenden, van sin detención en busca del infeliz enfermo, de las angustiada viuda o del inocente huérfano. Ya se deja discurrir que estas limosnas se destinarán con preferencia a los mismos hermanos que han caído en desgracia o en pobreza, o bien a sus hijos y parientes; pero no por eso se crea que su caridad es exclusiva, como también se han intentado hacer creer, y aun se ha formado un cargo contra ellos, sin considerar que esta preferencia no sólo está en la naturaleza humana, sino que es una ley estrecha de justicia; mas como el que se propone perseguir no desecha medio alguno, por extravagante y absurdo que sea, también han querido hacer valer éste para dar a entender que los masones eran amigos y se favorecían entre sí; pero miraban con odio a todos lo profanos. Inútil sería, y prolijo, hacer una reseña de los socorros y limosnas que se distribuyen anualmente en favor de tantas familias, las cuales no sólo no tienen en su seno ningún fra[n]cmasón sino que ignoran hasta el que los hay en el mundo, y no conocen la mano que les socorre. Resérvanse esta gloria para otras corporaciones y hermandades que cuidan de vociferar sus beneficios, sin duda con el fin de dar buen ejemplo.

“Los masones admiten en su seno a todos los hombres de cualquiera religión o creencia que sean, con tal que reconozcan la existencia de Dios y la inmortalidad del alma. Un ateo de profesión no hallaría jamás entrada en ninguna logia masónica, no sólo por [ser](17) enteramente opuesto a los principios que dirigen aquella sociedad, sino también por la necesidad del juramento. Éste sería el caso de refutar perentoriamente a los calumniadores de este cuerpo; con sólo indicar la estúpida contradicción en que se envuelven llamando ateístas a los fra[n]cmasones,(18)exagerando por otra parte lo terrible de los juramentos con que se ligan. ¿Por quién ha de jurar un ateo ni un materialista? El juramento es un vínculo puramente religioso, y que supone en el que lo(19) presta una íntima convicción de la existencia y poder del Dios a quien se invoca. Sólo de este modo puede ofrecer garantía de u parte, e inspirar confianza al que se le recibe o le escucha; pero el que no reconoce la existencia de aquel Supremo Ser, o vive persuadido de que con la muerte perece el hombre todo entero, ni puede jurar, ni ofrecer seguridad alguna del cumplimiento de sus promesas, como no sea interponiendo su simple palabra de honor. ¡Válgame Dios, a qué absurdos e inconsecuencias arrastra la vil pasión de injuriar y el ciego espíritu de partido! Digo, pues, que los fra[n]cmasones reciben en su hermandad a todos los hombres que profesan una religión conocida; pero miran con escrupuloso rigor la fiel observancia de la que cada adepto reconoce ser la suya. Si alguno de ellos, en sus discursos o planchas, profanase la propia creencia, sería irremisiblemente expelido sin que lo(20) pusiesen a salvo cuantas virtudes poseyese,(21) aunque fueran en eminente grado. Todas las religiones son toleradas allí; pero goza de un particularísimo respeto y preferencia la religión del país donde está situada la logia. Los adornos interiores, las invocaciones, los libros y demás instrumentos de que se hace uso, son los que más se veneran en el reino o comarca donde se reside. Finalmente, se reconoce la tolerancia como un principio; pero se manda el respeto como un dogma.

“Después del respeto por la religión, no hay cosa más rigurosamente observada que la sumisión y obediencia al gobierno establecido, cualquiera que sea. Jamás un masón se atrevería en la(22) logia a introducir dudas sobre la lealtad que se debe al gobierno existente; su palabra sería reprimida en el momento, y sufriría las penas establecidas contra esta falta. Ni se crea que esto sólo se entiende respecto de los gobiernos temporales y agradables a la nación, sino que sucede lo mismo con los tiránicos y arbitrarios. Como el masón no le incumbe juzgar de las autoridades profanas, se limita a obedecerlas y tributarlas en sus fiestas aquel obsequio que previene el estatuto, y con recomendar siempre a los hermanos el amor al orden y a la tranquilidad pública. Se lleva esto con tanto rigor, que hasta en aquellos países en donde está organizada una persecución feroz contra ellos, como en España, en Italia y en Portugal, todavía eran y son en práctica las mismas sumisiones y ceremonias. Demasiado conocen que nada de esto les era recibido en cuenta, ni mucho menos les valía una ligera sombra de gratitud; pero ellos lo hacen por cumplir con sus costumbres y con sus reglamentos, sin fijar la atención en lo que pasa fuera de sus muros.

“En una palabra, los fra[n]cmasones, como tales, son unos perfectos hombres de bien, que jamás han hecho el menor daño a nadie, y que favorecen y siempre han favorecido a muchos. Unos hombres de cuya inocencia nadie tenía pruebas más terminantes que los mismos que estaban encargados de perseguirlos. Unos hombres que han sido anatematizados sin otra razón ni pretexto que por el de no ser conocidos.(23) Unos hombres contra quienes se han desatado las lenguas y las plumas de todos los preconizadores del error y de todos los ministros del despotismo. Unos hombres, en fin, a los cuales en ningún tiempo se les ha podido probar, ni en todo ni en parte, que hayan tenido alguna en las conspiraciones soñadas o ciertas con que han alborotado al mundo los partidarios de la tiranía eclesiástica y civil. ¡Gracias sean dadas al influjo de las luces del siglo que han puesto fin al imperio feroz de las tinieblas, y esperamos que los hombres continuarán dando pasos muy largos [h]acia la felicidad general, que sólo se cifra en el establecimiento de leyes sabias, y en la unión y fraternidad de los ciudadanos!

“No he querido tocar al(24) intento esa reflexión tan vulgar con que hasta las viejas más estúpidas se figuraban formar un argumento concluyente y redondo contra los masones; argumento repetido con gran énfasis por todos los antagonistas de esta respetable sociedad, y que sólo prueba el vivo deseo de hallarles criminales, y la poca gana de disculparlos. El tal argumento está reducido al siguiente dilema: ‘o los fra[n]cmasones hacen cosas buenas o cosas malas; si buenas, ¿para qué ocultarse?; si malas, justo es perseguirlo[s]’. Cualesquiera que hubiesen(25) tenido el corazón preparado a la indulgencia, y el juicio dispuesto a mirar con caridad a sus prójimos, pudieran hacer otro dilema harto más concluyente y más cristiano: ‘o las maldades que se refieren de los masones son ciertas o son falsas; si son ciertas, ¿por qué no se prueban legalmente?; y si son falsas, ¿por qué no se les deja en paz?’ Pero, sin necesidad de acudir a silogismos en regla son bien obvias las reflexiones que ocurren para explicar el secreto de esta corporación, cuyo secreto ha mortificado la cabeza de tantos curiosos. Ya hemos dicho que el objeto y fin esencial de su instituto es favorecerse y ayudarse mutuamente en todas sus desgracias y penalidades, ¿quién duda que estos objetos no se pueden realizar, ni física ni moralmente, respecto a todos los hombres sin distinción? Es verdad que la religión cristiana ofrece y asegura mayores y más altos premios al que ejercite esta virtud; pero, en primer lugar, no es lo mismo amar a todos sus semejantes que socorrer a todos los hombres; y en segundo, no resulta ningún inconveniente de añadir nuevos vínculos humanos al precepto divino. Si todos los necesitados(26)supiesen el objeto de los fra[n]cmasones, y éstos tuvieran sus reuniones en público, ¿qué caudal ni qué medios alcanzarían a satisfacer sus súplicas, ni a remediar sus males?

“Fuera de esto, ¿de qué modo podrían reconocerse los fra[n]cmasones cuando alguno de ellos tiene que implorar un auxilio de aquellos que no consisten en una triste limosna? Esa clase de esfuerzos no se puede verificar sino respecto a una porción determinada de hombres, y para que sean permanentes es indispensable que sean recíprocos. Nada de esto se hace sin secreto, y el mismo secreto(27) es un nuevo estímulo, atendida la naturaleza del hombre.

“Finalmente, lo que se debe concluir de todo lo dicho es que si los fra[n]cmasones no hubiesen sido tan injustamente perseguidos, y tan neciamente calumniados, no se habría propagado tanto la manía de serlo, ni el empeño de guardar un secreto de poquísima importancia para los de fuera, y de ninguna absolutamente para los de dentro. La persecución ha producido siempre un efecto contrario a lo que se dirige, y es el de consolidar y aumentar el número de los perseguidos. Desde que en España dejaron de quemar a los luteranos, la secta de Lutero ha sido enteramente olvidada de todos, mientras que en los siglos XV y XVI renacían millares de herejes de cada auto de fe que se celebraba contra ellos. Pasó, gracias a Dios, la moda de los autos de fe; pero estamos muy distantes de que haya pasado la de perseguir y difamar(28) por medio de decretos penales, lo que no sólo no es digno de pena, sino que acaso merece alabanza, o, por lo menos, ser mirado con indiferencia.”

He aquí, en pocas palabras, descubierto el carácter e instituto masónico, que se puede definir con más pocas. Los masones son unos hombres de bien, tolerantes, sumisos a los gobiernos y autoridades, y benéficos a sus semejantes. ¿Y a esta clase de hombres tan útiles en toda sociedad, se tratará de perseguir en la nuestra?

¿Y por qué tan furiosa persecución? Porque son sus juntas secretas. ¡Ridícula razón! Mas no tienen otra mejor sus enemigos. “El que se oculta, obra mal (dicen éstos); los masones se ocultan, luego obran mal.” Éste es el Aquiles de los argumentos de los antimasones; pero no es sino un sofisma despreciable. Negada la mayor, como se debe negar, todo el argumento va a tierra, porque el ocultarse no es prueba de obrar mal; ni hay una ley divina ni humana que nos obligue a hacer en público cuanto no sea pecaminoso. ¡Quedáramos bien, si según la doctrina de los antimasones, nos ayuntáramos con nuestras mujeres propias en las plazas, sólo por no dar en qué maliciar a estos señores!

No, jamás el ocultar alguna acción probará que por este hecho la tal acción es mala. El ocultarse puede ser indiferente o conveniente sin inmutar la esencia de la acción. El ladrón se oculta para cometer una rapiña, y el devoto se oculta para orar, siguiendo el ejemplo divino dictado por Jesucristo en el Evangelio: ora a tu padre en lo escondido. Ora patrem tuum in abscondito.(29)

Si el ocultarse probara malicia en las acciones y delito en sus autores, delincuentes serán los hermanos de una santa escuela porque se ocultan para sus ejercicios; delincuentes serían las monjas recoletas porque se cubren los rostros y…, para no cansarnos, delincuente sería el mismo Jesucristo porque se fue a ayunar al desierto, porque a excepción del acto que sostuvo en el templo a la edad de doce años, su niñez y juventud nos las ocultó, porque sobre esto nada nos dicen los evangelistas; y delincuente será porque, según éstos, dos o tres veces se escondió de sus enemigos.(30) Esto no pueden concederlo los antimasones, luego su negada corrobora mi afirmativa, esto es, que el ocultarse no prueba obrar mal; de consiguiente, de que los masones tengan sus juntas secretas no se puede inferir que en ellas traten de obrar mal. Repito que mil veces se ocultan los hombres para obrar bien.

¿Y qué dirán cuando sepan que el mismo Jesucristo manda que ciertas y buenas obras se hagan ocultamente, como orar y dar limosna? Tan en secreto quiere que se ejercite la beneficencia con nuestros semejantes, que mandó que se diera limosna; pero tan ocultamente, que lo que diera la mano derecha, no lo supiera la izquierda,porque dice éste inmejorable moralista: si das limosna porque te alaben de caritativo, nada te deb[e] Dios; ya en la satisfacción de tu vanidad recibiste el premio de tu buena obra.(31)

Está, pues, demasiadamente probado que las juntas de los masones no pueden calificarse de malas, sólo por ser ocultas; y que tratándose en ellas principalmente sobre beneficiar a los hombres, no solamente no son delincuentes para ocultarse, sino escrupulosos observantes del Evangelio, según lo dicho.

Los enemigos de los masones se quejan de que éstos tienen sus juntas secretas,esto es: confiesan que ignoran lo que se trata en ellas, y a seguida aseguran que en ellas se trata de conspirar contra el gobierno. ¡Es hasta donde puede llegar el atrevimiento de la ignorancia! ¡Miserables! Si sabéis lo que se trata en las juntas masónicas, no son secretas, pues se evaporan hasta vosotros; si lo ignoráis, no podéis saber lo que se trata en ellas. Este argumento es invencible: respondedlo.

Los masones por instituto no se mezclan en puntos de política ni religión, y si alguna vez tratan esta materia en sus logias, es con el santo fin de corregir los abusos de estas dos ramas de la sociedad, cuando notablemente perjudican al Estado, esto es: a sus semejantes, y para esto se valen del dinero, de los empeños y de los sabios, nunca, empero, de las conspiraciones, bayonetas y espadas que derramen la sangre de los hombres. Señaladme si no, una sola conspiración que deba a los masones sus principios. A buen seguro que no os la presentará la historia.

Los masones deben ser los hombres más honrados y generosos del mundo, y los más han correspondido a su vocación. Jamás han conspirado contra los reyes, ni mucho menos contra los gobiernos libres, a cuyo sistema exclusivamente pertenecen, por eso dice un escritor de nuestros días:

“Es ciertamente una gran desgracia que los fra[n]cmasones no hayan sido tales como los pintan sus perseguidores, y es todavía más sensible que no se hayan verificado algunos de los proyectos que éstos gratuitamente les suponían. El primer carácter que dan a esta reunión todos los que por oficio o por imbecibilidad [sic] se han ocupado en retratarla, es el de la tendencia a las conspiraciones; verdad es que ninguno ha probado, ni con hechos históricos, ni siquiera con indicios probables, que se haya nunca tramado alguna conspiración en ninguna logia masónica. También lo es que no se ha verificado ni siquiera la sospecha fundada de que algún conspirador se haya valido del título de masón para consumar sus designios. Pero convengo desde luego en que así haya sucedido, y les admito gustoso todas sus declamaciones como si fueran demostraciones geométricas. Aun en este caso digo que es una gran desgracia que los fra[n]cmasones no sean tales como los pintan sus perseguidores.

“Toda la vida nos están alarmando con la retumbante palabra de conspiración, la cual nunca se pronuncia sin manifestar con el gesto y ademanes el horror que se quiere inspirar con su sonido. Los ministros de los déspotas, los predicadores pagados por éstos, los periodistas asalariados,(32) y, sobre todo, los palaciegos ansiosos tienen siempre colgada de los labios esta palabra, con la cual alucinan a los que los escuchan, y dictan o arrancan providencias contra todo el que no conspire a mantenerles a ellos en sus destinos. Murmura alguno de que, por las intrigas de un privado, se ha quitado a un hombre de bien el empleo para dárselo al esposo o al deudo de una mujerzuela; ése es un pícaro conspirador contra el trono, dice el privado. Se critica en una tertulia la mala fe del gobierno, porque no cumple sus palabras, porque no paga a sus acreedores, porque se conduce con sus súbditos como pudiera hacerlo un enemigo declarado; pues no se necesita más que eso para que tal tertulia pase por un club de conspiración. Refiere un hombre honrado lo que le han hecho pagar, o, digámoslo más claro, lo que le han robado para obtener la dispensa de parentesco entre su hija y un primo suyo en segundo o tercer grado, pues con esto sólo se le califica de conspirador contra el altar.

“Éstas, poco más o menos, son las acepciones que generalmente se dan a la voz conspiración, con la cual se atemoriza a los incautos y se saca el dinero a los necios; y éstas son las conspiraciones que se supone haber en la fra[n]cmasonería. Pero ni aun esto es aplicable en ningún sentido a semejante reunión, como se probará más adelante. Ojalá, repito, que hubiesen conspirado muchos años hace contra tantos abusos y tantas iniquidades como se han estado sufriendo en el gobierno civil, y contra tantas otras que sufrimos y sufriremos por mucho tiempo en el gobierno eclesiástico.

“¡Ojalá, repetiré mil veces, que el instituto de los francmasones hubiese podido acelerar la época y la extensión de esta clase de conspiraciones, ya que tanto se ha preconizado la calumnia de que lo intentaban! Pero es lo cierto que semejante instituto, ni ahora ni nunca, ha tenido por objeto el trastorno de los gobiernos buenos o malos, sino una perfecta obediencia a las leyes del país, y una suma veneración y respeto a las autoridades locales. La conducta de los masones ha sido igualmente moderada en los países libres que en los esclavos; la misma, cuando han gozado de la protección del gobierno, que cuando han sido perseguidos y atormentados por él, la misma en Inglaterra que en España, en Francia que en Portugal, en Alemania que en Holanda. ¿Ni cómo podía ser diferente cuando sus leyes, sus usos, sus ceremonias son absolutamente las mismas en todas las logias, y cuando el primero y principal precepto que se imponen es el de no mezclarse jamás en cosas de política ni de religión?”

El paladión de los antimasones también es el artículo tercero de nuestra Constitución, que prohíbe todo culto público que no sea el prescrito por la religión católica, apostólica, romana;(33) a lo menos así lo da a entender el señor senador, presbítero don Manuel Cevallos,(34) en su comunicado inserto en El Sol, número 1059 del 8 del presente mes.(35) Éstas son sus palabras: “Desde los tiempos del príncipe de los francos masones, nombrado José Bálsamo, alias el conde del Cagliostro, cuyo sistema todo está fundado en la religión natural o tolerantismo práctico, con todas las sectas que presentan en las aras de la ley natural, la igualdad de libertad de cultos expresamente prohibida, aunque sean secretos sus ritos por el artículo citado de nuestra Constitución.”

He aquí, a mi entender, tres crasas equivocaciones del señor senador en tan pocas palabras. Primera: que el artículo 3o prohíbe las juntas masónicas. Segunda: que prohíbe el contacto o comunicación con los de otras sectas, que eso entiende por tolerantismo práctico; y Tercera: que prohíbe esto mismo, aunque los sectarios celebren en secreto sus ritos.

Digo a lo primero: que el artículo 3o citado sólo prohíbe el ejercicio público de cultos, por lo que no se les concedió a los ingleses las capillas que solicitaban para tributar en ellas, a su modo, el homenaje público de su adoración al mismo Dios trino que nosotros adoramos. ¡Quiera este Ser Eterno y tolerante que algún día no le pese a la nación este desdén! Sin embargo, les concedió un lugar para enterrar sus muertos con sus públicas ritualidades.

Digo a lo segundo: que tampoco prohíbe el artículo la sociedad y contacto con los individuos de otras creencias, pues en ese caso el gobierno sería el primer infractor de la ley.

Digo a lo tercero: que menos prohíbe el artículo los ritos secretos, o culto secreto que esos hombres quieran tributar al Ser Supremo; ni pudiera prohibirlo, porque de lo oculto ni la Iglesia juzga.

Yo quisiera que el señor senador y otros que piensan como su señoría no formaran tan mal juicio de los masones antes de conocerlos, de tratarlos y de tener aseguradas las pruebas de los delitos de que los acusan. El tolle tolle,(36) o fuera fuera, sin señalar causal, se queda para los judíos que crucificaron a la inocencia misma.

No dudo que entre los masones hay algunos malvados, que en frase del doctor Cevallos, tengan tanta moral como su caballo; también entre los cristianos hay muchos que tienen tanta religión como mi perro; pero de ahí nada se arguye ni contra el masonismo ni contra el cristianismo. La calidad y la política nos persuaden a inclinar nuestros juicios a la parte favorable; y según este principio, debemos creer que los masones, en su mayoría, son los más sabios, los más ilustres personajes, los patriotas más decididos por nuestra Independencia, y unos hombres de bien en la extensión de la palabra. Lo mejor es que este elogio se los hace su más acérrimo enemigo, el señor senador Cevallos, quien tratando de desmentir al señor Cañedo, que había dicho que eran unos pobres diablos, dice: “no es así, pues los más grandes sabios, los más ilustres personajes, y, en una palabra, los patriotas más decididos por nuestra Independencia y libertad… son los principales agentes de las logias de esta capital.”

¡Ay, que no es cosa el tropezón que ha dado el señor doctor! Si los hombres más sabios, ilustres y patriotas son los principales agentes de esas logias, ¿quién se persuadirá que se tratan en ellas asuntos contra la religión, contra el gobierno y contra la patria? A lo menos yo no lo puedo creer. Basta por ahora.

México, 20 de mayo de 1826.

El Pensado

fuente: https://www.iifilologicas.unam.mx/obralizardi/index.php?page=verdadera-defensa-de-los-masones

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