Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
“El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no BORRARÉ su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles” (Apo. 3:5).
Algunos cristianos, (entre ellos, Don Pablito Santomauro), suponen que sus nombres nunca serán borrados del libro de la vida mencionado en el libro de Apocalipsis, porque creen que ellos fueron predestinados para la salvación. Es decir, ellos creen que fueron los llamados para la gloria aún antes de nacer, y por tanto, nunca podrán perder su salvación. De aquí nace el adagio errado que dice: “una vez salvos, siempre salvos”. Nos dicen, por ejemplo, que los discípulos están escritos en el libro de la vida desde antes de la fundación del mundo, basándose en lo dicho por Jesús en Lucas 10:20, que dice: “Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”.
Pero también muchos se preguntan: ¿Cómo puede ser posible que los salvos tengan escritos sus nombres en el libro de la vida si después un número indeterminado de ellos serán borrados? Yo creo que la razón por la que Dios tiene a todos los creyentes escritos en el libro de la vida es para alentarlos, y para decirles que les tiene mucha confianza, y que ya los considera sus hijos aún antes de que lo merezcan. Sin embargo, en Apocalipsis 3:5 se nos advierte que el Señor aún nos puede borrar del libro de la vida si no perseveramos hasta el fin. Dice el pasaje, así: “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no BORRARÉ su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”. Aquí está claro que nuestros nombres pueden ser borrados del libro de la vida, así como seguramente ocurrió u ocurrirá con el nombre del apóstol Judas Iscariote al no haber vencido hasta el final.
En la Biblia tenemos ejemplos de premios o galardones ya “recibidos”, pero que se harán realidad sólo en el futuro, si es que perseveramos hasta el fin. Por ejemplo, Dios ya nos considera trasladados en el reino de su amado Hijo (Col. 1:13), aunque en realidad nosotros lo heredaremos en la parusía (Mateo 25:31,34). También se nos dice que ya estamos resucitados y sentados con Cristo Jesús en los lugares celestiales (Efe. 2:6,7), cuando en realidad será para su parusía (Rom.8:17; Sal 132:12; Lc. 13:29). También se nos dice que Dios ya nos glorificó (Rom. 8:30), aunque en realidad la glorificación será para el futuro (Romanos 8:18). También Jesús nos dice que ya tenemos la vida eterna (Juan 3:36), pero después nos dice que ese regalo será para el futuro, o para la era venidera (Lucas 18:30). Es decir, tenemos concedidas las promesas ahora por nuestra fe, pero se harán realidad sólo en la venida de Cristo, si es que perseveramos y somos fieles hasta el final (Mateo 24:13, Apo. 2:10). Y recuerde: Si no hemos perseverado, seremos borrados del libro de la vida (Apo. 3:5; Mateo 24:13).
En Juan 5:24 Jesús dice: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió TIENE VIDA ETERNA, y no vendrá a condenación, más ha pasado de muerte a vida”. Aquí Jesús dice que cualquiera que oye su palabra y cree en el Padre, pasó de muerte a vida eterna. Es decir, podemos afirmar que todo aquel que oye a Cristo, y cree en Su Padre, ingresa inmediatamente en el libro de la vida del Cordero. Sin embargo, sabemos que no todos los que oyen a Jesús, y creen en Su Padre, perseverarán hasta el final. El Señor Jesús explicó su famosa “parábola del sembrador”, y habló de cuatro tipos de personas, una de las cuales acepta la semilla sembrada con gozo, y por un tiempo parece que es un sincero y devoto creyente, pero las pruebas y tribulaciones terminan definitivamente por separarlo del Señor. Este estuvo inscrito en el libro de la vida, pero finalmente terminará borrado de él.
En Marcos 4:25 Jesús dice que “al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará”. Es decir, los creyentes han recibido del Señor mucho, incluso muchas promesas maravillosas, entre las cuales está la vida eterna, pero un buen número de ellos finalmente se les quitará todo porque no dieron suficiente fruto. Esto también me recuerda a la parábola de las diez minas. Aquellos siervos que multiplicaron sus minas que les fueron otorgadas y confiadas por el Señor, recibirán más; y aquellos siervos que no multiplicaron sus minas otorgadas y confiadas por el Señor, serán “decapitados” ante su presencia (Lc 19:11-27).
En apocalipsis 2:5, Juan se dirige a la iglesia de Éfeso, y le dice que se arrepienta y que haga las primeras obras, sino le quitará su candelero. Es decir, esta iglesia, compuesta por muchos salvos ya inscritos en el libro de la vida, tendría primeramente que arrepentirse para no perder su candelabro de luz. Esta era la iglesia del Señor, parte del cuerpo de Cristo, pero había dejado de lado su primer amor. Se le llama al arrepentimiento para que así no pierda su candelabro que simboliza la luz y la vida en Cristo. Estos cristianos corrían el peligro de perder sus coronas, de ser borrados del libro de la vida, porque habían perdido su primer amor, es decir, su devoción y pasión por el Señor.
En Marcos 9:41 Jesús vuelve a machacar la posibilidad de que podemos eventualmente perder la recompensa, cuando dice: “Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no PERDERÁ su recompensa”. Aquí Jesús habla a los que “son de Cristo”, a los supuestos “predestinados”, diciéndoles que no perderán su recompensa si dieran un vaso de agua a alguien en su nombre. ¿Pero qué sucedería si alguno de los que “son de Cristo” no cumpliera con este simple mandato de amor? Pues sencillamente perdería su recompensa, es decir, su galardón.
Todo esto me lleva a concluir que es una falacia el refrán que dice: «Una vez salvo, siempre Salvo». Así que cuídese, Pablito Santomauro. ¡No sea tan confiado!
Recuerde lo dicho por Pablo a los corintios:
1 Corintios 10:12: «Así que, el que piensa estar firme, mire que no CAIGA».
Dos pasajes más para meditar:
Salmos 69:28 «Sean raídos del libro de los vivientes, Y no sean escritos entre los justos».
Exodo 32:31: «Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito. Y Jehová respondió a Moisés: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro«.
MIRA TAMBIEN>
Categorías:EDUCACION E HISTORIA, OCULTISMO, VARIOS