MASONERIA

Revista Masonica LA GRAN LOGIA

La revista masónica La Gran Logia comenzó a publicarse el 1° de abril de 1881. Constituida posteriormente en órgano del cuerpo masónico cubano, hoy día es la publicación masónica más antigua en Hispanoamérica y entre todas las que se editan en Cuba. Inicialmente fue propiedad de Aurelio Almeida quien la ofreció a la Alta Cámara de la Gran Logia de Colón y la Isla de Cuba para que en ella se publicasen, sin costo alguno para el cuerpo masónico, su Boletín Oficial, los comunicados de los Grandes Funcionarios y cuanto documento oficial considerasen pertinente. La proposición fue aceptada el 25 de septiembre de 1881.

El segundo propietario y director de esta publicación fue el también masón José Fernández Pellón. El 5 de mayo de 1887, al fusionarse La Gran Logia con la revista La Verdad, esta última creada por Aurelio Miranda el 5 de diciembre de 1884, quedan Aurelio Miranda como director y Fernández Pellón como primer redactor de la nueva revista, que mantuvo el nombre de La Gran Logia.

La frecuencia de salida de la revista La Gran Logia fue quincenal durante el período que ocupa el presente trabajo. Se publicaba además un volumen con todos los números del año, al que caracterizaba la alta calidad del papel y una bella encuadernación. Este anuario fue el empleado en el presente caso como fuente de estudio. Los ejemplares localizados, cada uno con una cantidad promedio de entre 600 y 700 páginas, permitieron gracias a su buen estado de conservación el pleno acceso a la totalidad de los artículos publicados en el período de nuestro interés.

En cuanto a la estructura interna de la revista; como regla las primeras páginas se dedicaban a reproducir el Boletín Oficial de la Gran Logia y diversos comunicados de los grandes funcionarios. La segunda posición en el orden interno de la revista la ocupaban los editoriales. Secciones habituales como Crónicas, Tijeradas, Reminiscencias y Notas masónicas alternaban espacios en la revista. La Gran Logia reproducía en sus páginas artículos de otras revistas, así como publicaba discursos y reportaba eventos realizados en el país o el extranjero, con independencia del carácter masónico o no de los mismos.

La venta de la revista se efectuaba tanto por suscripción como de manera libre en los estanquillos de todo el país. Su circulación no se limitaba a los masones o a ciudadanos cubanos, pues se vendía en otras naciones de habla hispana. La amplitud del público que la leía habla de las posibilidades de alcance de su mensaje.

La revista contó entre sus colaboradores habituales, desde sus inicios y durante toda la etapa, con algunos de los más importantes intelectuales del país, masones y no masones. Trabajos relevantes aparecidos en boletines o revistas masónicas de las diferentes logias de la capital y el interior del país encontraron oportunidad de ser leídos por un público mayor al ser reproducidos en esta publicación.

Entre las figuras más connotadas que escribieron para la revista en sus diferentes épocas hasta el período que ocupa la presente investigación se hallan Aurelio Miranda1, José Fernández Pellón2, Martín Morúa Delgado3 y Pedro López Dorticós4, entre otros muchos. Entre los años 1920-1924, uno de los más sobresalientes intelectuales sin filiación masónica que tuvo un espacio para sus trabajos en la revista fue Agustín Acosta5.

Dentro de la etapa neocolonial de la historia cubana, 1902-1959, a los años que median entre 1902 y 1933 se les reconoce como los de la Primera República; la misma se inicia con la toma de posesión de Tomás Estrada Palma y concluye con el derrocamiento de Gerardo Machado. El período está caracterizado por la total intrusión de los Estados Unidos en Cuba. El Estado naciente vio cercenada su soberanía en 1902 por la inclusión de la llamada Enmienda Platt en su Constitución de 1901; con esta enmienda se aseguraba la dominación de Cuba por el gobierno de los Estados Unidos, manifestada en lo político por la injerencia de sus embajadores en los asuntos internos del Estado cubano, la intervención militar directa y la llamada preventiva.

En esta etapa, los capitales americanos lograron desplazar a los capitales españoles, cubanos e ingleses, lo que impidió la independencia económica nacional. La vida pública de la nación resultó afectada, lo que se manifestó en una alta inestabilidad en casi todas las esferas de la economía, política y la sociedad, aunque la economía cubana del período exhibió halagüeños indicadores macroeconómicos, el mismo no se manifestó en el progreso interno del país6.

En las primeras décadas del siglo XX se consolidó la cultura nacional, lo que se reflejó fundamentalmente en la educación y en la producción artística. La sociedad cubana fue reflejada en el arte, aunque la intelectualidad artística y literaria no asumió en su totalidad las aspiraciones del pueblo.

El funcionamiento del sistema educacional constituyó una preocupación para amplios sectores sociales; en ello se pusieron de manifiesto los problemas y contradicciones de la sociedad cubana. En estos años se crearon la FEU, la Universidad Popular José Martí y tuvo lugar la Reforma Universitaria.

En cuanto a la institución masónica es de señalar que con el nacimiento de la República de Cuba, el 20 de mayo de 1902, la misma encontró condiciones ideales para su reordenamiento interno y crecimiento numérico. La ley primera de la República, que había contado entre sus firmantes con varios masones, plasmó entre sus artículos varios de los más importantes preceptos del pensamiento masónico cubano de la época y resumió muchas de las aspiraciones del proyecto social defendido por los sectores más adelantados de la masonería durante el proceso de las guerras independentistas del siglo XIX.

En el lustro que ocupa la atención del investigador, 1920-1924, fue notorio el incremento de la membresía masónica cubana y el fortalecimiento del poder económico y financiero de la institución. El crecimiento en estos cinco años es visible tanto al observar que en el período se incorporaron treinta y tres nuevos talleres a la Gran Logia de Cuba, como al examinar los balances contables generales de los años 1919 y 1923. Para 1919, los ingresos de la Gran Logia de Cuba, ascendieron a 32.274,43 pesos, contando entonces con ciento veinticinco logias bajo obediencia7. Mientras en el balance del año 1923 se reflejan ingresos por 40.714,32 pesos, contando para la fecha con ciento cincuenta y ocho logias8.

FUENTE: https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0719-12432013000100003

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